Una mirada a los vínculos humanos en el trabajo

Todos hemos escuchado o incluso dicho alguna vez la frase: “al trabajo no venimos a hacer amigos”. Sin embargo, varios estudios demuestran que tener vínculos fuertes con otros, es uno de los potenciadores de la autorrealización, y a la vez, la gente con un alto sentido de autorrealización es más feliz y obtiene mejores resultados en sus trabajos.

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No es extraño que los equipos que mejores desempeño tienen, sean aquellos capaces de lograr mayor conectividad y confianza en la manera en que se relacionan. Y la confianza sólo puede desarrollarse profundamente a través de vínculos igual de profundos. Esto aplica entre pares, pero por sobre todo en la relación que los líderes construyen con sus colaboradores y que impulsan entre ellos.

 Dan Schawbel, en su libro de 2018 “Back to Human, How great leaders create connection in the age of isolation”, menciona que en su entrevista con Lazlo Block, el ex VP de Recursos Humanos de Google, le preguntó por qué las personas se quedaban en su empresa, y su respuesta fue contundente: la principal razón de la permanencia, son las demás personas. Estar rodeados de personas curiosas e interesantes, que quieren tener impacto en el mundo, es el principal motivador para ello.

Schawbel también refiere que en un estudio de Gallup, del que participaron más de cinco millones de personas, uno de los hallazgos fue que aquellos que tienen un mejor amigo en el trabajo, llegan a estar hasta siete veces más comprometidos, son más productivos y más innovadores que quienes no lo tienen. Sin embargo, menos de un tercio de las personas tienen fuertes lazos de amistad en el trabajo.

Esto no es extraño, ya que hemos centrado todo nuestro esfuerzo en separar el trabajo del “resto” de nuestra vida, como si realmente nos fuera posible desdoblarnos. Cuántas veces hemos escuchado que alguien profesional deja sus emociones “de la puerta de la oficina para afuera”, y evita que las mismas intervengan en su trabajo. ¿Acaso se puede hacer tal cosa? Pienso que no, en tanto las emociones, así como nuestro lado más racional, y nuestra corporalidad son todos dominios que nos constituyen como seres humanos y que llevamos con nosotros a todos lados… si, también al trabajo. Inclusive el tan aspirado balance entre vida personal y trabajo, a estas alturas no parece otra cosa más que una utopía, en una dinámica donde poner un límite que no deje lugar a dudas respecto de donde termina un territorio y donde empieza el otro, parece poco posible. Es que el trabajo finalmente forma parte de nuestra vida, y es tal vez un medio muy importante para alcanzar nuestro propósito y  metas personales.

Entonces, quizás sea más apropiado comenzar a reemplazar el concepto de “balance” por una “integración” vida y trabajo. Ahora, claro que para que esto pueda verse así, nuestro propósito personal debe tener lugar en aquello que hacemos para ganarnos la vida, y lograr coincidencias importantes con el propósito de la organización en la que estamos; lo mismo respecto de nuestros valores personales, y cómo estos son coherentes con el del lugar donde nos desarrollamos profesionalmente. En la práctica, tal vez sea necesario empezar a creer firmemente que, siendo que la separación entre vida personal y trabajo es cada vez más difícil, esta dinámica requiere de trade-off pemanentes. Los horarios flexibles, las salas de wellness y el home office, pueden ser buenas iniciativas, pero no suficientes. Quizás sea más efectivo que los líderes promuevan dinámicas más realistas, en las que cuando un colaborador necesita hacer algo personal que es importante para él en el medio de la jornada de trabajo (llevar a sus hijos a la escuela, ir a una clase o atender asuntos familiares, por ejemplo) sienta la libertad de hacerlo, de la misma manera que probablemente otras veces deba trabajar hasta tarde para alcanzar sus metas y hacer que las cosas sucedan en lo que a su trabajo se refiere.

Volviendo a la importancia de las relaciones en el trabajo, esta claro que como seres humanos somos seres sociales, y los vínculos y el afecto de otros, así como nuestra capacidad de construir redes, son un camino importante para la autorrealización. Y en esto, el líder tiene un rol clave como facilitador y coach de sus colaboradores, para orientarlos acerca de cómo la organización e incluso el mismo equipo pueden ser espacios donde esas metas y propósitos personales se potencien. Si el líder conoce el propósito personal de su gente (lo cual sólo conseguirá a través de una escucha genuina) será capaz de acompañar a las personas, guiándolos respecto de las acciones posibles a emprender para alcanzarlos. Cuando estas conversaciones abarcan a todo el equipo, y cada integrante sabe lo que es importante para sus colegas, y cómo pueden ayudarse mutuamente (inclusive al líder, quien por supuesto, también necesita a su equipo para alcanzar sus propias metas personales), la conectividad de ese equipo se fortalece. Cuando esto sucede, es muy probable que el compromiso se incremente, lo cual es una variable importante para potenciar el desempeño individual, el del equipo y por extensión los resultados para la organización. 

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