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Estamos en medio de rediseñar procesos y de cambiar estrategias. La crisis ha venido a acelerar transformaciones y a revisar el rumbo, aún en la incertidumbre.
Lo que parece estar claro, es que las competencias que necesitamos desarrollar también son diferentes, e incluso hasta transitando ejes opuestos. Por ejemplo, escuchamos que necesitamos aprender a pensar y actuar más a corto plazo, ya que las variables del contexto cambian todo el tiempo, pero al mismo tiempo necesitamos equipos capaces de levantar la mirada y mirar el horizonte a largo plazo para garantizar la sustentabilidad del negocio y anticiparnos a los cambios. Se habla también de aprovechar este momento para detenernos, dar un paso atrás y reflexionar, pero sin dejar de desarrollar las acciones necesaria para no dejar pasar oportunidades que hoy están pero que mañana es probable haya tomado otro. También necesitamos entender lo que está sucediendo desde múltiples variables, con una mirada de complejidad, pero construir respuestas prácticas.
Entonces, con todas esas exigencias de nuevas habilidades que demandan flexibilidad ¿Cómo conciliamos estos ejes opuestos? ¿Cómo hacemos para integrar todas esas competencias en los equipos?
Ahora más que nunca la respuesta parece tener que ver con la diversidad, entendida como multiplicidad de miradas y pensamientos, capaz de aportar un equilibrio muy relevante para los tiempos que corren. Y como siempre, los líderes tienen un rol clave en instalar este valor en la práctica, desde la manera en que conforman sus equipos, hasta la forma en que fomentan la participación y la generación de ideas desde diferentes miradas y complementando competencias.
Tal vez esta sea una buena manera pragmática para aprender que tener equipos diversos es una ventaja competitiva para el negocio y trasciende ampliamente el cumplir con indicadores que nos hacen ver políticamente correctos como empresas.
